Actualmente
se prefiere la utilización de este término para referirnos a los superdotados.
Se calcula que uno de cada diez individuos presenta uno cociente intelectual
(CI) superior a 130 si tomamos en consideración la media en torno a 100.
Tradicionalmente, el interés se ha centrado en los sujetos con puntuaciones
inferiores a la media. Sin embargo, desde 2003 se lleva a cabo una
investigación del talento en el Centro Internacional de la Universidad de
Munster en Alemania.
Tener
una inteligencia superior no garantiza un rendimiento escolar óptimo, ya que éste
depende de la interacción de diversos factores, tanto ambientales (la familia, la escuela, amigos…) y de rasgos personales (motivación,
creatividad, constancia…) sin olvidar la competencia social que juega un gran
papel. Es una paradoja, pero los alumnos con altas capacidades pueden presentar
dificultades de aprendizaje. Pueden ser más sensibles a las contradicciones
lógicas de la ortografía por mencionar algún ejemplo. Podemos decir que su
cabeza va más deprisa que su mano o dicho en otras palabras, indicaría un desarrollo asincrónico de la velocidad de
procesamiento y la acción motora. A veces, no han desarrollado buenas estrategias de
aprendizaje por lo que encuentran dificultades en la gramática. No obstante,
son capaces de compensar esas deficiencias de mejor forma que sus compañeros.
Sin embargo, el alumno con altas capacidades pueden presentar un rendimiento
escolar inferior que el de sus iguales. Si no recibe los estímulos adecuados,
pierden el interés por aprender y eso les puede impulsar a comportamientos
impropios en clase, ya sea convirtiéndose en el payaso del aula o actuando de
forma agresiva. En el caso de las chicas pueden mostrar síntomas psicosomáticos
como dolores abdominales o miedo al fracaso.
Como
se ha indicado anteriormente el papel de los padres resulta fundamental
especialmente a la hora de buscar un diagnóstico adecuado mediante un test de
inteligencia objetivo. Esto permitirá que el niño pueda recibir la estimulación
idónea para potenciar sus capacidades. Entre las opciones educativas, se propone la escolarización adelantada, es decir, saltarse cursos o estudiar
asignaturas de niveles superiores. No obstante, encierra el peligro de que su
desarrollo emocional, social o motor no esté a la misma altura que su capacidad
intelectual; algo que puede ocasionar otros problemas como el aislamiento
social. Para evitar este tipo de situaciones otra opción sería el enriquecimiento. Continuarían en la
misma clase pero profundizando en los contenidos, ampliando temas u
ofreciéndoles el aprendizaje de otras lenguas. Una tercera vía es la que se
propone en algunas escuelas como las que siguen el método Montessori en las que
se mezclan alumnos de diferentes edades. Otros autores proponen un sistema de puerta giratoria en el que
los alumnos abandonan la clase ordinaria algunas horas a la semana para
trabajar en proyectos propios. Seleccionan temas de su interés que suelen ser
diferentes a los que se tratan en clase y más complejos para su edad.
Si
la familia juega un papel crucial también el profesor. Este no tiene que ser un
intermediario de la transmisión de conocimientos, sino un potenciador de los
procesos de aprendizaje del alumno. Se debe convertir en tutor. Con carácter general,
ese tendría que ser el rol del maestro, no sólo con niños con altas capacidades,
sino para todo el alumnado. No olvidemos que lo que puede beneficiar a estos
niños también repercutirá en sus compañeros y, a la larga, en la sociedad en
general.